sábado, 19 de octubre de 2013
jueves, 21 de febrero de 2013
MENTIR
Nos enseñan desde pequeños a decir la verdad, que tenemos que ser
sinceros, que las mentiras tienen las patas muy cortas y hacen crecer la nariz…
Son muchos los que declaran que la sinceridad es una gran
virtud.
Y cuanto más pasa el tiempo más me convenzo de que una cosa es
no engañar, una cosa es no traicionar y otra bien distinta declarar toda la
verdad, sobre todo si es gratuita, tóxica y dañina.
Si frente al mismo hecho interpretamos diferentes realidades,
¿cuál es la percepción verdadera y fiable? ¿Quién es el detentor de la razón? Y
en todo caso ¿por qué deberíamos testificar todo?
Antaño se firmaban los pactos con un apretón de manos como
muestra de acuerdo. Quizá deberíamos recurrir más a menudo al silencio como
lenguaje, porque a fin de cuentas ¿qué sabe nadie?
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