Es difícil mantener la
cabeza en la sensatez en la vida cotidiana, en la rutina. Nos ametrallan a
diario con malas noticias, con pequeñas y grandes injusticias, con infamias y
mezquindades y lo más humano y espontáneo es la reacción visceral. Lo juicioso
es respirar profundamente, abrir las manos, extender los brazos y decir: “no
voy a caer en la trampa” y dar la espalda a la ira.
Cuando surgen los
problemas de verdad, los que nos tocan de cerca y nos hacen sufrir, tasamos los demás avatares en su justo valor y
tras el dolor inicial, conseguimos ver el arco iris entre los nubarrones grises
y pensamos: “nunca llovió que no escampara”.
Pocas cosas quedan por decir que no se hayan dicho ya pero no está nunca demás repetir las de los sabios.