lunes, 10 de diciembre de 2012
martes, 6 de noviembre de 2012
TRABAJO Y DIGNIDAD: LO QUE HEMOS PERDIDO EN EL CAMINO
Se dice con frecuencia que “el trabajo
dignifica al hombre” y que “todos los trabajos son dignos”. De hecho solo un necio
afirmaría lo contrario.
Pero cuando se habla de dignidad se hace
referencia al trabajo en sí, al hecho de que ser juez no es más digno que ser
barrendero, ni ser ingeniera más digno que ser asistenta.
Para fomentar la estima por muchos
trabajos, se les ha cambiado incluso la denominación como si ello los dotase de
mayor dignidad, a pesar de que, al cambiar el nombre, quizá se esté ya
discriminando negativamente una
determinada actividad: un juez -persona
que tiene por oficio juzgar y sentenciar- sigue siendo un juez mientras que
una asistenta -mujer que trabaja en las
faenas domésticas de una casa sin residir en ella y que cobra generalmente por
horas- ha ido evolucionando a través del tiempo hasta la actual empleada del hogar.
En todo caso, tanto el ingeniero como el
barrendero, si pierden el puesto de trabajo,
consideran que dejan de ser útiles, se sienten inseguros, desvalorizados
e incluso aislados socialmente, lo cual viene a confirmar la máxima de que “el
trabajo dignifica al hombre”.
No se habla, en cambio, de la dignidad
en el trabajo. La palabra dignidad se ha devaluado. Es una cualidad más propia
de los humanos que de las cosas. Ningún trabajo puede ser digno si no es digno
quien lo desempeña.
Antes se fomentaba el orgullo por el
propio trabajo, “la satisfacción del trabajo bien hecho”, se decía. Hoy se defiende el derecho a un
trabajo digno pero se pisotea la dignidad cada vez que ese trabajo no se
desempeña correctamente, con eficiencia. Y ninguna situación política, ni
económica, ni siquiera personal, justifica realizar mal el trabajo o no
realizarlo incluso.
Si el mundo ha seguido adelante a pesar
de guerras, hambre y pobreza, grandes injusticias, gobernantes nefastos,
pueblos idiotizados, inercia embrutecedora, pesimismo cegador… es porque
siempre ha habido personas que han seguido su camino, el camino de la
honestidad, de la fe en su profesión, que consiste en creer que el fruto de su
trabajo dará otros frutos y esos frutos otros y así sucesivamente. En eso
consiste el progreso y la evolución. Esta es hoy la gran revolución.
sábado, 7 de julio de 2012
A VECES EL SENTIDO COMÚN DICTA
IR CONTRA CORRIENTE
Que
todos están de mal humor porque cada vez ganamos menos, tenemos que trabajar
más y hasta lo más necesario se está poniendo por las nubes: yo muestro mi lado
más amable.
Que
alegrarse -aunque no guste el futbol- porque gana la selección española la
Eurocopa es, según algunos, signo de
lavado de cerebro y de falta de sentido de la realidad: pues yo me alegro
muchísimo, por la roja, por los futbolistas, por Del Bosque, por la mayoría de
los españoles, por quienes hicieron caja esos días vendiendo cervezas,
camisetas, banderas o lo que fuera, por la inyección de adrenalina roja y
amarilla.
Que
todos están preocupados por la prima de riesgo, pues yo me preocupo por el
riesgo de toda mi gente y hago lo posible por evitarlo.
Que
muchos piensan que no ver u oír las noticias es de inconscientes e
irresponsables, pues yo consciente y responsablemente busco sólo programas y
noticias aleccionadores que me ayuden a progresar y no a hundirme.
miércoles, 6 de junio de 2012
EL JUICIO Y LA AMABILIDAD
El juicio es la “facultad del alma, por
la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso”,
es el “estado de sana razón, el asiento, la cordura”.
A su vez la amabilidad
es “la cualidad y la acción amable”, es decir, “digna de ser amada”.
La sensatez, el sentido
común, el juicio son la forma más palpable de la inteligencia, la forma más
provechosa y más benéfica para sí y para los demás. No puede haber juicio sin
amabilidad, pues entonces sería pernicioso, no sería sana razón.
La grosería, la
zafiedad, la descortesía son signo de necedad, de estupidez.
“Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que
inteligencia, necesitamos amabilidad y cortesía. Sin estas cualidades, la vida
será violenta y todo se perderá” Charles Chaplin en EL GRAN DICATADOR
lunes, 7 de mayo de 2012
Es difícil mantener la
cabeza en la sensatez en la vida cotidiana, en la rutina. Nos ametrallan a
diario con malas noticias, con pequeñas y grandes injusticias, con infamias y
mezquindades y lo más humano y espontáneo es la reacción visceral. Lo juicioso
es respirar profundamente, abrir las manos, extender los brazos y decir: “no
voy a caer en la trampa” y dar la espalda a la ira.
Cuando surgen los
problemas de verdad, los que nos tocan de cerca y nos hacen sufrir, tasamos los demás avatares en su justo valor y
tras el dolor inicial, conseguimos ver el arco iris entre los nubarrones grises
y pensamos: “nunca llovió que no escampara”.
Pocas cosas quedan por decir que no se hayan dicho ya pero no está nunca demás repetir las de los sabios.